Las ánforas llenas de pescado o de la preciada salsa de garum salen hacia el puerto. Mazarrón cuenta con una de las industrias más importantes de los últimos años del Imperio Romano. En esa época, desde el siglo IV al V después de Cristo, la fábrica de salazones era una inmensa factoría que supuso posiblemente el principal aporte económico de toda la región.

Lo que hoy es el Museo de la Factoría Romana de Salazones es sólo una parte de una gran fábrica que ocupaba una amplia extensión en la margen derecha de la bahía de Mazarrón. En su interior aún se conserva parte de las estructuras destinadas a la fabricación de productos imprescindibles en muchas de las recetas de cocina que aún se conservan de la época imperial romana. Entre ellos, los salazones y la famosa salsa gárum, un manjar de altísimos precios en el mercado, comparable hoy a las trufas, el azafrán o el caviar.

De la fábrica aún se conservan piletas o tanques para el salazón. En ellas se maceraba el pescado, especialmente atún, con sal y se realizaba el garum. El atún se capturaba en almadrabas, se limpiaba y cortaba en lonchas que se apilaban recubiertas de sal y a veces hierbas aromáticas durante 20 días. Los despojos del pescado eran utilizados para el gárum, una salsa fermentada en sal de sabor tan intenso que posiblemente hoy no sería comestible. Era utilizado para potenciar el sabor de las comidas, como hoy día las pastillas de caldo, tal y como ha quedado reflejado en varios libros de cocina de la época.

Tanto los salazones como el gárum eran envasados y cerrados de forma hermética en ánforas para su transporte hacia todos los confines del imperio.

Esta industria también atrajo a otras artes auxiliares como el esparto y la alfarería. En el museo, además de la exposición de los restos y la época correspondiente a la fábrica, se ofrece información del rico patrimonio arqueológico de Mazarrón y su Puerto.